Los rastros humanos más antiguos encontrados en el Ecuador
proceden del sitio Chalán en la quebrada de Punín, cerca de Riobamba. Se trata
de un cráneo de aproximadamente 10.000 años de antigüedad, de tipo australoide
y del grupo de los dolicocéfalo o cráneo alargados.
En 1925 varios investigadores norteamericanos lo clasificaron como perteneciente al "Homo sapiens" pero después de esta hallazgo se han realizado algunos mas en Paltacalo," Provincia del Oro, que prueban que nuestra Patria estuvo habitada desde épocas muy remotas por cazadores tempranos llegados en la última glaciación, pues también se hallaron huesos de animales. La cultura del hombre del Inca fue descubierta en la provincia del Pichincha en 1961 a través de restos líticos, conchas y huesos, conocían el fuego y cocinaban sus alimentos.
Debieron ser diestros cazadores
que andarían desnudos utilizando hachas de piedra y oxidiana para defenderse de
animales y hombres; no eran agricultores, les unía el instinto de
supervivencia, cazaban en compactos grupos de suerte que ya habían superado la
etapa recolectora.
Gozaban de libertad sexual,
desconocían a sus padres y tenían un corto período de vida, la edad promedio no
llegaba a los treinta años. Su forma social pudo haber sido la tribu regida por
el matriarcado o dominio de la mujer más vieja, tronco común conocido de todos
los miembros.
Con estos cavernícolas de la
sierra coexistió un hombre mucho más culto en la costa, que desarrolló una
admirable cultura en la península de Santa Elena en la provincia del Guayas,
según lo ha rebelado los trabajos de la Dra. Magareth Stother, descubridora del
centro poblacional Las Vegas, ubicado a pocas cuadras de La Libertad. Los
habitantes de Las Vegas iniciaron la agricultura en el Ecuador.
Por los
fotolitos encontrados se sabe que llegaron a domesticar al maíz, ciertas
variedades de calabazas, zapallos y algunas raíces parecidas a la yuca.
Francisco Huerta Rendón descubrió en un pequeño poblado de nombre Valdivia, sus
primeros vestigios arqueológicos, pero no contando con .implementos modernos ni
con la ayuda del estado, no supo aprovechar su hallazgo. Correspondió entonces
a Emilio Estrada Icaza darle el impulso vital a los trabajos de Huerta y pagó
el viaje a Guayaquil de los esposos Clifford Evans y Betty Meggcrs, del
Smithsoniam Muscum, de Washington, quienes utilizaron en 1.956 el método del carbono
radioactivo 14 para señalar su gran antigüedad.
Carlos Zevallos Menéndez demostró
que los Valdivianos fueron agricultores por la impronta de un grano de maíz
hallada en un tiesto arqueológico. Practicaban la pesca, tan abundante ayer
como hoy en el Pacífico, cazaban en las hermosas y feraces llanuras de Santa
Elena pobladas por aquellos días de bosques que hoy ha extinguido la sequedad
del ambiente. En Valdivia no conocían el uso de los metales y sus aleaciones,
sus herramientas eran toscas y de piedra, practicaban el culto de la fertilidad
diseminando figurines de barro del sexo femenino, algunas preñadas y otras
normales, para atraer la voluntad de los dioses tutelares y disfrutar de buenas
cosechas. A veces, cuando el clima arreciaba tornando fría la zona, se
retiraban a las partes interiores en busca de mayor protección.
La Cultura Valdivia no se detuvo
jamás y con el devenir de los milenios dio lugar a otras formas. Es la cultura
madre del litoral, de ella se desprendieron las culturas restantes: Machalilla,
Chorrera, Bahía, Guangala, Jambelí, Atacames, Manteña y Milagro, pues partieron
de un fermento generalmente aceptado: Quevedo, como de orígen Valdivia, que a
su vez partió de Las Vegas.
II
Con la obra del Padre Juan de
Velasco terminada en 1.789 y recién editada en París en 1837, se inicia en
nuestro país el estudio sistematizado de la prehistoria. La Historia del Padre
Velasco ha conocido diversas ediciones. En 1840 se hizo la segunda edición de
París para corregir los notorios errores de la primera. Pocos meses después,
desde 1841 hasta el 44, salió la tercera en Quito, por entregas. En este siglo
se volvió a editar el diario El Comercio en 1946 y en Clásicos Ariel, por
entregas, con erudito prólogo del Lic. Hernán Rodríguez y a pesar de haber conocido
tantas ediciones el libro es relativamente escaso y ha sufrido diversas
suertes.
El americanista Marco Jiménez de la Espada lo refutó con citas y
documentos, asegurando a fines del siglo pasado que la heterogeneidad de
lenguas y costumbres probaba la imposibilidad de un todo político y orgánico en
estos territorios. En 1902 Monseñor González Suarez empezó a dudar de Velasco,
manifestando que correspondía a la arqueología desentrañar los secretos del
pasado prehistórico y no a base de simples suposiciones o leyendas como las
relatadas por Velasco.
En 1918 Jacinto Jijón y Caamaño y
Hornero Viteri Lafronte publicaron sendos ensayos sobre las equivocaciones que
contenía la Historia de Velasco. Una Comisión del Consejo Superior de
Instrucción Pública trató de borrar en un texto de Historia nacional las
páginas correspondientes al capítulo de prehistoria, donde se repetía lo
expuesto por Velasco sobre la existencia del reino de Quito, pero fue tal la
polvareda que se levantó en la República, que poco faltó para que sus
opositores se sepultaran con el sabio jesuita, bajo tan diversos comentarios.
En 1922 el Dr. Pio Jaramillo
Alvarado publicó "El Indio Ecuatoriano" refutando a Jijón y a Viteri
y basando sus argumentos en los Cronistas de Indias. Comenzó por citar a Fray
Marcos de Niza, Capellán de las expediciones de Pizarro que escribió cuatro
tratados sobre la antigüedad del Perú; luego estudió a Cieza de León,
considerado, no sin razón, el príncipe de los Cronistas; pero no por ello
olvidó a Cabello Balboa, Gómara, Garcilaso y otros más.
Jaramillo hizo especial énfasis
en las afirmaciones de Annello de Oliva sobre el pasado preincásico, incluso se
ha llegado a pensar que los Chimúes de la costa norte del Perú conocían una
especie de escritura cuneiforme, de cuñas impresas sobre tablillas de arcilla,
abolida por los Incas después de la destrucción del régimen del Gran Chimú. Dos
de estas tablillas debieron escapar de la destrucción, pues según decía Emilio
Estrada, él las había tenido en sus manos, en el museo salesiano del padre
Crespi, de Cuenca.
III
El jesuita europeo Juan Annello
de Oliva, cronista que visitó América a principios del siglo XVII, mucho antes
que Velasco escribiera su obra (1) refiere que, estando en Cochabamba, oyó de
boca del quipocamayo Catarí (2) que después de un diluvio ocurrido hacía muchos
años, un grupo humano huyó de Centroamérica y orillando por el Mar Caribe llegó
a las actuales costas de Venezuela, donde fundó Caracas. Años más tarde algunos
de los descendientes de estos aventureros pasaron por mar a las playas de
Manabí y fundarían Caráquez o ciudad de los Caras. Un príncipe de esta nación
llegó a Sumpa o Santa Elena, donde conquistó a sus naturales. Su nombre es
Tumbe y tuvo dos hijos: Quitumbe, que siguió el viaje, y Otoya, que lo sucedió
en el gobierno de Sumpa sobre las parcialidades indígenas de la región (3).
(1) Oliva recibió de manos del
Dr. Bartolomé Cervantes, Cura Racionero de la Iglesia de Charcas (Bolivia),
numerosos manuscritos con leyendas y tradiciones incaicas.
(2) Quipocamayo era el sabio que
descifraba los quipos en el antiguo Perú.
(3) Oliva es autor de “HISTOIRE
DU PEROU” con el nombre de Una Historia del Perú 1631, publicada en 1857 en
París, traducida al francés por M. H. Terneux Compans – 128 pags.
Quitumbe fundó la población de
Túmbez y luego volvió hacia el norte, enamorando en la isla Puna a la princesa
Llira, a la que abandonó embarazada y de la que nacerá su hijo Guayanay, que en
quechua significa golondrina, quien prolonga la estirpe paterna en las tribus
Huancavilcas del Guayas y Puna.
Quitumbe, cuando esto ocurre,
está de nuevo en guerra, esta vez en la sierra, en la hoya del Guayabamba,
donde derrotó a los Quitus y fundó el Reino de este nombre. Tiene otro hijo
llamado Tome, que huyó hacia el sur, llegó a Puna, conoció a su
sobrino Atau, hijo de Guayanay y juntos viajaron hasta las orillas del lago
Titicaca. Allí Atau se casó y fue padre de una pareja de hermanos y cónyuges
llamados Manco - Cápac y Mama Ocllo, que con una varita de oro y llamándose
"hijos del Dios Sol", fundaron el Cuzco y la dinastía de los
Emperadores del Tahuantinsuyo.
La genealogía de Manco Cápac
señala su origen, su sangre, su procedencia, .como descendiente de Tumbe, padre
de Quitumbe fundador de Quito y del desgraciado príncipe Otoya, asesinado en
Sumpa por los maléficos gigantes de ese lugar, abuelo de Guayanay, bisabuelo de
Atan y tatarabuelo de Manco Cápac.
En síntesis el origen sería:
1) Tumbe
2) Quitumbe
3) Guayanay
4) Atau
5) Manco Cápac
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