lunes, 3 de diciembre de 2012

COSAS DE LA PUNÁ

Puná es una isla de origen volcánico, tal como lo descubriera en 1881 el sabio Teodoro Wolf cuando estuvo en los manantiales del sector "Punta Española" a pocas cuadras de la casa del Cerro y muy cerca de la playa.


En el sitio Cauchiche hay horizontes de conformación volcánica muy recientes, posiblemente de la era cuaternaria y hacia el sur y en el Canal del Morro existe un bajo que aparece solamente con las marcas y emite emanaciones de azufre, por eso es llamado "Bajo hediondo". Además en la isla existen minas de yeso, azufre, caolín, cerros calizos, manantiales de agua dulce y numerosas minas de sal cuyas piscinas brillan al sol.

El yeso de Puná es de primerísima calidad, pero dada la falta de transporte adecuado para su comercialización, se encarece notablemente y no puede resistir los precios de la competencia de Cerro Azul, más cercano a Guayaquil. Algún día, cuando las minas de Cerro Azul se extingan y tienen para largo, Puná nos abastecerá de yeso siquiera por un siglo.

En Puná existió un pueblo aborigen y belícoso a quien los cronistas mencionan como de origen chimú; al tiempo de la conquista española su cacique llamaba Tumbala, cuyo nombre se originó en el dios Tumbal de esa isla. Los indios punáes estaban divididos en parcialidades, se conoce a los Bocacas, Cauchiches, Quesenes, Sargamasas, Laguadas, Yanzunes y Trincheras. Estos últimos deben su nombre al sitio donde vivían, que fuera convertido en trincheras por las autoridades españolas de la colonia para defensa contra los piratas en el siglo XVII.

Entre los caciques prehistóricos de Puná cuyos nombres ha superado el olvido está Polang - Rac, que declaró la guerra a sus vecinos los Tumbecimos, desatando una odiosidad que se tornó centenaria.

Uno de sus descendientes llamó Boc - Aco quien casó con Tohara. De ellos descendió Tum - Palla que luchó contra los demás reyezuelos y los dominó a todos, fundando una dinastía cuyo último Rey fue Tumbala, gobernador mayor de la Isla a la llegada de los conquistadores. Este Tumbala terminó prisionero de sus enemigos los Tumbecinos, que capitaneados por su cacique Chile - Maza y con el apoyo de los españoles invadieron la isla y se asentaron en el estero de Chunches, donde se formó Puná Vieja y desde allí' trataron de someter al resto.

Mientras tanto los conquistadores habían fundado un poblado a la entrada del estero de Bui denominado "Asiento de Amay", porque el actual río Guayas lo conocían con dicho nombre. Después fue la "legua de Puná" y en 1835 llegó a ser capital del gobierno de Vicente Rocafuerte y demás revolucionarios "Chihuahas" exiliados de Guayaquil. Por eso Rocafuerte, al ascender a la presidencia de la República, se preocupó de vender la legua de Puná en 1.100 pesos a sus poseedores, que no tenían títulos a pesar de haberla poseído por generaciones.

Hoy Puná es una población suigéneris en la República, sus calles son anchas pero en escalera y es que no se requiere que sean de otra forma debido a que en la isla no existen automotores. Vivir en Puná es habitar una sociedad conformista que trabaja solamente para subsistir con cultivos tradicionales. Nadie tiene prisa, tampoco hay sitios a donde ir, a menos que uno quiera comunicarse con el continente por Balao o Posorja, los dos polos más cercanos de esa ínsula.

La mayor parte de los habitantes viven del mar, unos son pescadores y otros balandreros que van y vienen a sus sitios de cultivo. Ahora han salido los boteros motorizados que prestan servicios en las camaroneras y recorren el golfo a gran velocidad. La población escolar es grande y goza de los beneficios de una educación gratuita y primaria. Los que desean ampliar horizontes y conocer más, tienen forzosamente que emigrar. Salones hay numerosos, todos venden cerveza y tienen música que toca en alto volumen, pero las gentes no son borrachas como sucede en otras zonas del país, lo importante es pasar el tiempo sin hacer nada los fines de semana.

Las principales familias han sido tradicionalmente los Santos, Pérez, Capelos y Monteros, pero hay otras que son también numerosas y viven diseminadas en el resto de la Isla. Los Tomalá que abundan tanto en Balao y la península, desaparecieron de Puná en el Siglo XVI a causa de la migración al continente. Varios presidentes de la República cuentan con ascendientes Tumbala o Tomala, porque una hija del Cacique formó familia con español en el siglo XVI.

Los frutos principales son el camarón, el guanchiche. Las chirimoyas, los obos y ciruelas de Castilla y una que otra verdura. La leche es escasa porque no hay mucho ganado y la sequía mantiene a la isla en un permanente erial. Se conoce por tradición oral de los viejos habitantes de la Puná, que antes era todo lo contrario y los inviernos se sucedían cada vez más fuertes y mejores. Entonces había pastos abundantes lo mismo que en el Morro, de donde era famosa la ganadería, la leche, quesos y hasta la mantequilla, hermosa a la vista por su cremoso color amarillo. Hoy nada de esto existe más que en la memoria de los viejos.

Así pues, Puná sigue viviendo por no decir muriendo ante la ineficacia de las medidas gubernamentales que se han aplicado para avivar su decrépita economía.




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