Puná es una isla de origen
volcánico, tal como lo descubriera en 1881 el sabio Teodoro Wolf cuando estuvo
en los manantiales del sector "Punta Española" a pocas cuadras de la
casa del Cerro y muy cerca de la playa.
En el sitio Cauchiche hay
horizontes de conformación volcánica muy recientes, posiblemente de la era
cuaternaria y hacia el sur y en el Canal del Morro existe un bajo que aparece
solamente con las marcas y emite emanaciones de azufre, por eso es llamado
"Bajo hediondo". Además en la isla existen minas de yeso, azufre,
caolín, cerros calizos, manantiales de agua dulce y numerosas minas de sal
cuyas piscinas brillan al sol.
El yeso de Puná es de primerísima
calidad, pero dada la falta de transporte adecuado para su comercialización, se
encarece notablemente y no puede resistir los precios de la competencia de
Cerro Azul, más cercano a Guayaquil. Algún día, cuando las minas de Cerro Azul
se extingan y tienen para largo, Puná nos abastecerá de yeso siquiera por un
siglo.
En Puná existió un pueblo aborigen
y belícoso a quien los cronistas mencionan como de origen chimú; al tiempo de
la conquista española su cacique llamaba Tumbala, cuyo nombre se originó en el
dios Tumbal de esa isla. Los indios punáes estaban divididos en parcialidades,
se conoce a los Bocacas, Cauchiches, Quesenes, Sargamasas, Laguadas, Yanzunes y
Trincheras. Estos últimos deben su nombre al sitio donde vivían, que fuera
convertido en trincheras por las autoridades españolas de la colonia para
defensa contra los piratas en el siglo XVII.
Entre los caciques prehistóricos
de Puná cuyos nombres ha superado el olvido está Polang - Rac, que declaró la
guerra a sus vecinos los Tumbecimos, desatando una odiosidad que se tornó
centenaria.
Uno de sus descendientes llamó
Boc - Aco quien casó con Tohara. De ellos descendió Tum - Palla que luchó
contra los demás reyezuelos y los dominó a todos, fundando una dinastía cuyo
último Rey fue Tumbala, gobernador mayor de la Isla a la llegada de los
conquistadores. Este Tumbala terminó prisionero de sus enemigos los Tumbecinos,
que capitaneados por su cacique Chile - Maza y con el apoyo de los españoles
invadieron la isla y se asentaron en el estero de Chunches, donde se formó Puná
Vieja y desde allí' trataron de someter al resto.
Mientras tanto los conquistadores
habían fundado un poblado a la entrada del estero de Bui denominado
"Asiento de Amay", porque el actual río Guayas lo conocían con dicho
nombre. Después fue la "legua de Puná" y en 1835 llegó a ser capital
del gobierno de Vicente Rocafuerte y demás revolucionarios
"Chihuahas" exiliados de Guayaquil. Por eso Rocafuerte, al ascender a
la presidencia de la República, se preocupó de vender la legua de Puná en 1.100
pesos a sus poseedores, que no tenían títulos a pesar de haberla poseído por
generaciones.
Hoy Puná es una población
suigéneris en la República, sus calles son anchas pero en escalera y es que no
se requiere que sean de otra forma debido a que en la isla no existen
automotores. Vivir en Puná es habitar una sociedad conformista que trabaja solamente
para subsistir con cultivos tradicionales. Nadie tiene prisa, tampoco hay
sitios a donde ir, a menos que uno quiera comunicarse con el continente por
Balao o Posorja, los dos polos más cercanos de esa ínsula.
La mayor parte de los habitantes
viven del mar, unos son pescadores y otros balandreros que van y vienen a sus
sitios de cultivo. Ahora han salido los boteros motorizados que prestan
servicios en las camaroneras y recorren el golfo a gran velocidad. La población
escolar es grande y goza de los beneficios de una educación gratuita y
primaria. Los que desean ampliar horizontes y conocer más, tienen forzosamente
que emigrar. Salones hay numerosos, todos venden cerveza y tienen música que
toca en alto volumen, pero las gentes no son borrachas como sucede en otras
zonas del país, lo importante es pasar el tiempo sin hacer nada los fines de
semana.
Las principales familias han sido
tradicionalmente los Santos, Pérez, Capelos y Monteros, pero hay otras que son
también numerosas y viven diseminadas en el resto de la Isla. Los Tomalá que
abundan tanto en Balao y la península, desaparecieron de Puná en el Siglo XVI a
causa de la migración al continente. Varios presidentes de la República cuentan
con ascendientes Tumbala o Tomala, porque una hija del Cacique formó familia
con español en el siglo XVI.
Los frutos principales son el
camarón, el guanchiche. Las chirimoyas, los obos y ciruelas de Castilla y una
que otra verdura. La leche es escasa porque no hay mucho ganado y la sequía
mantiene a la isla en un permanente erial. Se conoce por tradición oral de los
viejos habitantes de la Puná, que antes era todo lo contrario y los inviernos
se sucedían cada vez más fuertes y mejores. Entonces había pastos abundantes lo
mismo que en el Morro, de donde era famosa la ganadería, la leche, quesos y
hasta la mantequilla, hermosa a la vista por su cremoso color amarillo. Hoy
nada de esto existe más que en la memoria de los viejos.
Así pues, Puná sigue viviendo por
no decir muriendo ante la ineficacia de las medidas gubernamentales que se han
aplicado para avivar su decrépita economía.
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