A la muerte de Wayna Kapak su
hijo Atahualpa envió al Cacique Kilako a su hermano Waskar y mientras estaba la
embajada quiteña en el Cusco coincidió que Waskar recibió la visita de los dos
soldados españoles que se habían quedado en Tumbes en 1527, encantados con los
goces camales de las mujeres de esa región, que se les brindaban
incansablemente.
Y parece que Waskar se entendió
con los dos españoles que muy ladinamente le aseguraron que eran los Wirakochas
anunciados en las profecías y que lo ayudarían en todo; lo cierto es que
fortalecido por esta promesa Waskar despidió con cajas destempladas a los
embajadores de su hermano e inició la guerra civil. Además, el chismoso de Urco
Kolla, Cacique de los Cañaris, que lo tenía al tanto de los preparativos
bélicos de Atahualpa, le había manifestado que éste recibía honores de Inca y
hasta usaba las andas de oro de su padre Wayna Kapak que aun permanecían en
Tomebamba.
Así pues, por chismes y torpes
promesas, Waskar abrió operaciones enviando a su general Atok, nombre que
significa “El zorro", para que aliado con los cañaris enfrentara a los
quiteños. El primer encuentro se dio en las llanuras de Tomebamba y fue tan
completa la victoria de Atok que apresó a Atahualpa y lo encerró en esa
fortaleza con sus generales Kiskis, Rumiñawi y Calkuchimak; sin embargo, pocos
días después, lograron escapar, según dice la leyenda, convertidos en
serpientes.
Reorganizado Atahualpa, venció en
Ambato a Atok, a quien mandó decapitar, cometiendo la crueldad de asesinar a
casi todos los Kañaris arrancando sus corazones y sembrándoles en tierra dizque
para ver qué frutos daba corazones de traidores. Esta ferocidad después la
repetirá en el Cusco con los miembros de las panakas o familias imperiales, de
tal suerte que a la llegada de los españoles a la capital del Imperio, casi no
quedaban Incas en el Perú. Mientras tanto el General Wanka Auki había
reemplazado a Atok pero también fue derrotado en varios sitios trasladando las
operaciones militares a la provincia peruana de Huari donde Kiskis inmoló a
miles de soldados vencidos convirtiendo la guerra en una carnicería. Después se
enfrentaron kiteños y cuskeños en Jauja y muriendo casi 140.000 hombres
quedando la región de Mantaro en poder de Atahualpa, mientras que las
"fuerzas pizarristas desembarcadas en Túmbez, seguían la ruta de los ríos
y con fingida hipocresía, prometiendo ayudar a ambos bandos, fueron adentrándose
en el Imperio."
Waskar les envió una comitiva a
recibirlos en Tangarara (hoy Piura) donde se celebró el primer encuentro formal
entre indios y españoles. El General Waman Malki Topa solicitó a Pizarro toda
ayuda contra los usurpadores y éste le contestó que se dirigía al Cusco para
deshacer agravios.
En esas estaban cuando los
últimos orejones fieles de Waskar se retiraron ordenadamente a Tawaray. Allí se
les unió Waskar, que al fin había comprendido la gravedad de su situación y
alentados con el Inca, los orejones dieron un movimiento envolvente y lograron
incendiar los pajonales de Cotabamba, en la margen izquierda del río Apurimac,
derrotando a un ala del ejército quiteño; pero ya toda resistencia era
imposible porque la otra ala se había dirigido al Cusco a marcha forzada y
pusieron sitio a la capital. Entonces Waskar retrocedió y los enfrentó en el
sitio de Kipaypan, siendo derrotado y tomado prisionero con sus principales,
allí los generales Kiskis y Kalkuchimak cometieron la villanía de afrentar a Waskar
ordenándole que marchara a pie hacia Cajamarca, donde estaba Atahualpa
reponiéndose de una herida en la pierna. Waskar marchó semidesnudo, descalzo,
con las manos atadas a la espalda y para colmo de sadismo se le había perforado
las clavículas y pasado con sogas lo jalaban de ellas provocándole dolores
terribles, fiebre e infección, pero así eran de bárbaros aquellos tiempos y a
la vida humana no se le daba la importancia que tiene ahora.
Entonces ocurrió la sorpresa
española de Cajamarca y la prisión de Atahualpa; quien, para librarse de tal
situación, ofreció un cuarto lleno de oro hasta la altura de la mano levantada
de un hombre de pie. Pizarro aceptó tan tremendo regalo que superaba sus más
caras expectativas y ordenó a Pedro de Moguer, Martín Bueno y José de Zarate
que se adelantaran al Cusco con los comisionados de Atahualpa, para que
ayudaran a sacar las planchas de oro y plata de los templos y se cumpliera la
promesa efectuada. En el camino se encontraron estos comisionados con los
generales Kiskis y Kalkuchimak que traían a Waskar prisionero y le sacaron las
sogas, pero sabedor Atahualpa de este encuentro, ordenó secretamente que
mataran a Waskar, por el temor que tenía de un pacto de él con los españoles y
así se cumplió, ignorándose el sitio exacto del crímen, que fue por asfixia.
El resto de la historia es
conocida, Atahualpa fue juzgado por un consejo de españoles y condenado a
muerte. Enseguida los españoles llegaron al Cusco tomándola sin resistencia y
con el general beneplácito de los pocos Incas que aún quedaban después de la
matanza general que hiciera de ellos Kalkuchimak.
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