Cuenta una leyenda huancavilca
que el Inca Tupac - Yupanqui. ambicionando la península de Santa Elena, envió a
los más granado de su ejercito a proponer una alianza a los pueblos que la
habitaban, para trabajar unidos por la paz y el progreso del Tahuantinsuyo y
que los infelices delegados perecieron martirizados a manos de los indómitos
habitantes del trópico ecuatoriano.
Huancavilcas y Punáes, en
connivencia, acabaron con los crédulos delegados del Inca, ahogándolos en las
profundidades del Golfo de Guayaquil, y celebrando luego un grandioso festín
donde devoraron a los pocos que aún quedaban con vida y parece que fue tan
grande la ira que esto ocasionó al monarca cusqueño, que enfermó gravemente y de
dolor murió, no sin antes recomendar a su hijo y sucesor Huayna - Cápac, que
tomase venganza o muriese en la contienda.
Terrible fue la ira del nuevo
monarca, alistó un poderoso ejército de orejones y abandonando las regiones del
septentrión ecuatoriano, bajó a las costas en son de guerra. Sabedores de estos
sucesos los Huancavilcas y viendo que no podían ofrecer resistencia al
conquistador, decidieron implorar clemencia y en estas duras cavilaciones
estaban cuando algo inusitado iluminó el cerebro del más anciano de los
Caciques de la Confederación.
¿No era el Inca, famoso, por lo
acertado de sus juicios, de gran inteligencia y de recto proceder?.
¿Acaso no era digno hijo del
poderoso Tupac - Yupanqui, que hacia temblar a los ejércitos de la Tierra, con su
nombre?.
Entonces, ¿por qué no invocar su
divina clemencia como última esperanza antes de morir? Y, ¿quién lo haría?.
Y el mismo viejo Curaca, ducho en
el arte de la diplomacia y la política, ofreció a su nieta para embajadora.
Bien lo sabia él, hombre de mar, curtido en muchas pescas, que el hombre más
valiente tiembla ante un bello rostro y que no hay mejor componedor que una
mujer hermosa.
Y así sucedió en efecto, lo
cuentan viejos Cronistas: pues, a la altura de Yaguachi, Huayna — Cápac vio
venir un singular concurso de gentes Huancavilcas, presididos por los Caciques
y Curacas y numerosas vírgenes, que en completa formación presentaban a los
ávidos ojos del enemigo la hermosa piel canela de la mujer tropical, bronceada
por las irreverentes caricias que del sol reciben.
Espectáculo tan hermoso sedujo al
joven monarca que era buen catador del sexo débil. Las doncellas avanzaban por
en medio de su tropa llegándose hasta el Inca y allí se postraron, tocando el
suelo con sus frentes en señal de respeto y sumisión. El aire estaba lleno de
dulces melodías salidas de los instrumentos de viento que soplaban sin cesar y
el olor a finas esencias rompía el horizonte, haciendo más embriagadora la
escena.
Una de las vestales se levantó
resueltamente y en lengua de Mantas del Sur habló:
¡Oh, gran señor, depón tu cólera
y óyeme! Soy la elegida de mi pueblo para implorar tu perdón; cuando joven, el
mar me regaló una promesa y las ondas me dieron sus secretos. Soy de Colonche,
del linaje de los Cayche; sal significa mi apellido, pero dulce es mi ser como
mi pueblo, mi rostro oval refleja la poesía de mi nombre y en mi carne
cimbreante están las virtudes de mi raza, la brisa fresca y marina me acompaña
y yo os imploro el perdón de la raza Huancavilca!.
El joven Huayna - Cápac, que la
había escuchado, dijo: ¡Oh hija de Caciques, eres generosa con los tuyos y yo
no puedo dudar de tus sentimientos. Levántate, salvadora de tu pueblo, que te
bendecirá eternamente en sus cantares; seré benigno con los culpables del
crímen que había venido a castigar!. Y en efecto, lo fue, dice Gabriel Pino y
Roca en sus Tradiciones, ya que el Inca, fiel a su promesa, perdonó la vida a
todos y sólo decidió reunir a los culpables y apostrofándoles sus crímenes les
hizo tirar suerte, mandando ejecutar al 10 por ciento de ellos para que nadie
diga jamás que había tenido preferencias. Igualmente decidió que los nobles y
sus descendientes se arrancasen los dos dientes delanteros superiores en señal
de expiación y arrepentimiento por la infamia cometida, costumbre que perduró
hasta la llegada de los conquistadores.
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