lunes, 3 de diciembre de 2012

QUIPUS ANDINOS

En 1527 gobernaba Huayna Capac en Tomebamba y llegó la noticia que un par de hombres blancos y barbados habían desembarcado en Tumbez. Este mal presagio que venía a confirmar la profecía del Inca Wirakocha, le hizo ver que el fin del imperio se acercaba y en eso enfermó de viruelas, enfermedad antes no conocidad en el Inacrio, pues fue traída por los españoles a Sudamérica y que por su avanzada edad se complicaron con bronconeumonía.


En tan duro trance hizo su testamento en un bastón y lo mandó al Cusco. Allí declaraba que su Imperio debía dividirse entre Atahualpa y Huascar. Poco después murió y doscientos de sus sirvientes se sacrificaron en su honor ¿los mataron o se suicidarían? y su cuerpo fue embalsamado y llevado al Cusco donde recibió sepultura junto a las momias de sus antepasados.

Su famoso bastón testamentario o quipu fue depositado en el "Pukinkancha" o Biblioteca Imperial. Posteriormente fue enviado a España por el Virrey Francisco de Toledo, sin saber de qué se trataba y se perdió su memoria. Este tipo de quipu servía para conservar la narración oral de los sucesos y quienes sabían leerlos o descifrarlos se llamaban "quipukamalloc" y constituían una clase elevada dentro de la sociedad del imperio.

Los quipus eran cordeles de hilos trenzados, transversal y horizontalmente, siendo los primeros más gruesos. Mucho se ha discutido sobre ellos pero como su lectura o desciframiento se ha olvidado, nada en concreto se puede saber al respecto.

De los encontrados en las tumbas se concluye que podían ser confeccionados de lana, algodón o cáñamo y aún de cabellos humanos, habían otros más selectos hechos con hilos de oro y plata, estos eran los imperiales. Los habían grandes y chicos, los mayores llegaban al metro de extensión, el cordel principal o matriz y también los hilos que de él pendían. Entonces sólo se conocía en el Tahuantisinyo como medidas de longitud a la brazada y la media brazada. La brazada o Kgasgo iba del mentón a la punta del dedo pulgar.

Los colores de los cordeles y de los nudos tenían un significado especial. Habían nudos para cifras y otros para ideas y sonidos, de tal suerte que leer un quipu no era cosa fácil.

En el Cusco existían los archivos y la biblioteca del Imperio formados por quipus donde constaban los hechos principales de cada Inca, parcialidad y tribu, así como las cifras y estadísticas de producción y consumo. Tan bien se llevaban estos récord que los españoles se quedaron admirados según lo refieren los Cronistas.

Habían Amautas o sabios del Imperio que se dedicaban a enseñar a los hijos de familias nobles de caciques o de las "Panakas" imperiales; los quipucamayoc enseñaban la lectura de quipus, pero estas clases cultas nunca tuvieron el poder político, económico y social de la clase sacerdotal formada por magos, brujos y adivinos.
Los magos propiciaban el bien y curaban a los enfermos, por lo tanto se preparaban para sus funciones aprendiendo el uso de plantas, hojas y raíces. Los brujos eran propiciadores de buenas y malas cosas, podían leer en el cuerpo de animales y gentes, concedían amuletos y fabricaban tótems.

Los adivinos eran propiamente los sacerdotes y hacían sacrificios y oraciones, ayunaban y se abstenían de ciertas comidas y se los consideraba intermediarios ante los poderes cósmicos. Al lado de ellos florecían las vírgenes del sol o sacerdotisas de la Suprema deidad, su misión era guardar castidad y vivir para el solaz del Dios sol o Inca, al que servían y atendían en todas sus necesidades, hasta en las íntimas si es que el Inca así lo requería. Cualquier desliz sexual de ellas era castigado cruelmente con la muerte porque se suponía una traición a Dios, pecado gravísimo que podía atraer fatales consecuencias para toda la Comunidad y hasta para el Imperio.

La educación de los nobles comenzaba a los 15 años y duraba hasta los 19 con ejercicios, caminatas y pruebas, a la par de consejos y leyendas. También se les daba rudimentarios conocimientos de lectura y ejecución de quipus e idiomas. La "Warachico" o examen final era una prueba de resistencia, coraje y conocimientos.
Los que pasaban recibían el supremo honor de recibir del Inca el galardón de la masculinidad, consistente en que les abrieran los dos lóbulos de las orejas con agujas, para que pudieran llevar aretes pesados de oro, que terminaban por agrandárselos con el tiempo, de allí el nombre de "orejones".

Lo raro de esta ceremonia es que era espectada por enorme concurrencia con inusitadas muestras de interés, pasando esta prueba ingresaban al ejército. A los niños del pueblo se les daba una enseñanza práctica, no de élite  preparándoles para las faenas agrícolas, la caza, la pesca, el pastoreo y las artesanías populares. Una moral elevada y de sumisión absoluta a las autoridades, complementaba el ciclo.

Tan rudimentaria cultura mantenía al pueblo en un estado de semi-ignorancia aunque de estricta disciplina. Nadie tenía derecho a pensar por si mismo y peor a rebelarse contra las autoridades. La sociedad era vertical y descansaba en el pueblo, que soportaba todo el peso de la pirámide. El Inca era la cúspide, los sacerdotes y adivinos, los guerrero u orejones, su familia o panakas, los caciques o gobernantes y los suyos formaban los grupos de privilegio. El pueblo estaba dividido en agricultores, pescadores, cazadores, pastores y artesanos, pero nadie podía cambiar de actividad porque se heredaban de los mayores.

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